domingo, 29 de abril de 2012

Mirar al suelo, no sabes a donde miras, pero te da igual. Piensas todo y nada a la vez. Quieres llorar, gritar, pegar puñetazos en las paredes, pero el orgullo te consume y te lo guardas para dentro. Para que nadie te vea como el débil, con el que se puede manipular como aquel a que le puedes destrozar. Andas lento, muy lento. La gente ni se molesta en mirarte y si te miran es con esa mirada de superioridad. Hasta que llega un momento, en que levantas la mirada.

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