Rayadas...

Acostumbrada al tiempo cronológico del dolor, un mes, un mes y medio, un mes y un cuarto. Así, dieciséis veces. Cansada, pensando que no volvería a ser feliz en el momento, a que me quedaría sola, a que nadie viniera. Aunque, los amigos te animaran, me animaran para el futuro, no el presente. No ha pasado nada, ocurrido nada, sospechado nada. Todo es normal, todo el mundo es normal, todo es felicidad. Pero piensas, cada vez te metes un montón de cosas en la cabeza, ni la persona más feliz y optimista del mundo no podría tener esos pensamientos, por el cual todo son preguntas sin respuestas. Todo son cosas que no pasan y temes que pasen. Aunque te lo jure, prometa, confíes plenamente y absolutamente en él. El miedo que tienes por perderle no desaparece, solo lo apartas, y aparece cuando tienes tus momentos de soledad. Pero eso es bueno, sacar la melancolía, sacar todo el dolor acumulado, todo el miedo, sacarlo en el momento simbolizado con lágrimas. Con la cara enrojecida, los ojos llorosos y rojos, mirándote al espejo y llamarte estúpida por llorar, acercarte a tu propio reflejo del espejo y hacer algo que jamás hay que hacer. Sonreír, una sonrisa falsa, la peor que te puede salir, esta tan falsa que tu cuerpo, cerebro, sentimientos lo detectan y al no estar acostumbrada a fingir ser feliz, se borra enseguida. Ahora lo que hay que hacer es en esos momentos, llorar, llorar como jamás lo has hecho, sacarlo absolutamente todo, y sentirse bien. Desahogarte y hacer que tu corazón no acumule, que es lo peor que puedas hacer en el momento. Ahora mismo, justamente ahora, como ya  he dicho antes, necesito un abrazo bien fuerte, un abrazo no como los de siempre me dan, o me das. Un abrazo único, un abrazo como nunca me lo habías dado. Ya te eh visto, ya he escuchado tu voz, tu sonrisa, tu risa. Pero desgraciadamente no me conformo con eso. Lo siento si soy una egoísta, una egoísta enamorada.